Maria Theresia Von Paradis
Partituras que se sienten.
Érase una vez, en la hermosa Viena del siglo XVIII, la historia de una joven con un talento mágico para la música. Su nombre, María Theresia.
Ella vivía atrapada en la dualidad de dos mundos muy diferentes: el de las notas musicales del piano y las partituras, y el mundo oscuro de la ceguera y sus barreras. Sin embargo, sus padres, músicos apasionados, la criaron fortaleciendo su virtuosismo y sin pensar en obstáculo alguno. Le proporcionaron una educación musical sólida y un entorno en el que su talento pudiera florecer.
Su creatividad e ingenio la llevaron a desarrollar un método único y funcional para componer sus obras maestras:
usaba alfileres y maderas dispuestas en almohadillas a diferentes alturas para indicar las notas musicales y las duraciones de los sonidos. A través de este ingenioso sistema, escribía y memorizaba las partituras de sus piezas y hacía de su música, una expresión melódica de su alma.
Su influencia trascendió más allá de la música.
Ayudó al educador Valentin Haüy a fundar el Real Instituto para la Juventud Ciega en París, donde asistió el mismísimo Louis Braille. Quedó profundamente impresionado por los métodos de aprendizaje de María Theresia, siendo parte de su inspiración para crear el revolucionario sistema Braille.







